Calidad Certificada con ICONTEC
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Más de año y medio de pandemia a las espaldas están pasando una elevada factura a la salud mental de los trabajadores.
El estrés laboral sigue al alza, como los contagios durante esta quinta ola, y los asalariados, especialmente las mujeres, los jóvenes y los profesionales de primera línea, se ven obligados a tirar de sedantes.
Hasta el punto de que el 23,9% de los trabajadores reconoce recurrir a ellos de manera recurrente.
Miedo a perder el trabajo, miedo a no encontrar otro si esto sucede, estar saturado por exceso de faena, angustia por cobrar un salario que no da para llegar a final de mes, problemas para conciliar el sueño… El panorama que dibuja esta encuesta en la que han participado 25.100 personas, entre los días 26 de abril y el 24 de mayo de este año, es «demoledor”. La pandemia y sus múltiples derivadas ha golpeado sobre los cuerpos y sobre las mentes de los trabajadores, agudizando males que ya estaban presentes y originando de nuevos. Y una de los ejes transversales de la encuesta presentada este martes es que si tienes peor salario, tienes muchos más números de vivir con una peor salud.
Como en muchas otras cosas, no todas las profesiones lo están pasando igual de mal. Los trabajadores de alimentación (un cajero o una reponedora) son el perfil que peores datos presenta: el 75,6% vive en riesgo de mala salud mental. Profesionales de primera línea, con salarios que rozan el mínimo en muchos puestos, que no han sido protagonistas de los aplausos desde los balcones que resonaron durante los primeros meses de pandemia, pero sin los cuales la subsistencia hubiera sido imposible. No muy lejos andan los ayudantes de cocina (72,3%), los auxiliares de geriatría (71,4%) o los de enfermería (70,6%). La primera línea pasa factura.
El número de trabajadores que ejerce bajo condiciones de alta tensión se disparó con la pandemia y, un año después, sigue al alza. Metodológicamente se define la alta tensión como aquella situación en la que «las exigencias en el trabajo son altas, es decir, se tiene más trabajo del que se puede hacer en el tiempo asignado»; tal como lo define el estudio. Estar sobrepasado, en términos más coloquiales. El 45,8% de los 25.100 trabajadores encuestados afirma reconocerse en dicha definición. Una situación no baladí sobre la salud de los trabajadores, pues si se trabaja a alta tensión la cardiopatía coronaria puede ser el 34% más frecuente, el infarto cerebral el 24% más frecuente y padecer ansiedad y depresión el 82% más frecuente; según destacan los autores del estudio.
La alta tensión cohabita con un temor generalizado a perder el puesto de trabajo. Cuatro de cada diez trabajadores teme perder su actual empleo y siete de cada 10 no cree poder encontrar otro empleo si es despedido. Porcentajes que apenas han variado desde el inicio de la pandemia. Esta situación se agrava considerablemente en los casos en los que los empleados tienen salarios bajos, con los que apenas llegan a final de mes, y eleva más de 10 puntos ambos porcentajes.
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